En la línea Actividades Formativas del Fondart Regional, Balmaceda Arte Joven Biobío lanzó la convocatoria “Mediación y territorios”, iniciativa que invitaba a creadores emergentes a compartir sus proyectos artísticos y fortalecer los lazos entre la Galería Activa y la comunidad.
Fabián Fonseca Medina, artista medial y gráfico de 27 años, fue uno de los seleccionados de la convocatoria. El joven oriundo de Lota presenta “Sobre la realidad de los mapas: del juego al videojuego”, una instalación que explora la relación entre los mapas y nuestra percepción del territorio, abordando la hiperrealidad a través de la superposición de imágenes, cuestionando la exactitud y la representación del espacio.
En entrevista con BAJ Biobío, Fabián comenta acerca de su exposición, las inspiraciones detrás de esta y su relación con los nuevos medios desde una formación autodidacta.
¿En qué consiste y qué es lo que se encontrará el público que asista a la exposición?
La muestra consiste en una serie de videoinstalaciones y montajes, en los que existen proyecciones, pinturas y televisores. Es una muestra totalmente constructiva, pensada desde lo lúdico y como un paso intermedio entre los juegos propios del mundo real y los videojuegos. Lo que se puede ver es una serie de divulgaciones con respecto a cómo son los mapas, cómo nos relacionamos con ellos y sus representaciones gráficas.
¿Qué temáticas son las que aborda toda esta muestra?
La temática es la exploración cartográfica dentro de distintos espectros, tanto de lo real como de lo hiperreal, entendido como aquello que se vuelve un poco más real que lo real. Concentra algunas extensiones cartográficas, tanto en el territorio de Tucapel Bajo como en lugares que existen dentro de mundos de fantasía, tales como los mapas de The Elder Scrolls, Starcraft, o incluso Donkey Kong.
En el centro de la instalación se ubica una proyección en espejos. Junto a mi amigo Manuel Rivera «MARZ», tratamos de representar una mazmorra, comprendida en su sentido clásico de Calabozos y Dragones, en la que existen castillos, ríos, montañas y bosques frondosos. Todo esto representado en un plano en dos dimensiones, mientras que el castillo construido con plumavit y espejos le da volumen a la obra. Así se contraponen ambas representaciones: el 2D y el 3D.
Las proyecciones y esta forma de ir armando el castillo de espejos tienen que ver con esta idea de la representación y evolución de los videojuegos en cuanto a cómo se les da volumen a los pixeles y cómo esa forma de expresión durante mucho tiempo fue una solución dentro de la industria. Específicamente, en sus vertientes más independientes que siguen utilizando ese tipo de recursos, porque constituyen una forma mucho más barata de hacer videojuegos.
A nivel personal, ¿qué inspiró esta exposición?
Fue importante presenciar el trabajo de muchos de mis amigos. También una búsqueda súper larga y muchos años de estar jugando videojuegos y de haberme metido de forma profunda dentro de algunos mundos virtuales, como puede ser Tamriel (Skyrim) o las regiones de Pokémon y la inmersividad que podíamos generar en base a ello. Me di cuenta que todo ese tiempo jugando no era tiempo perdido, sino que estaba recorriendo una aventura gráfica, que no voy a comparar con leer un libro o con ver una película. Para mí es infinitamente mejor la experiencia inmersiva que te puede ofrecer un videojuego. De alguna u otra forma, esta exposición es un homenaje a ese tipo de relato.
A pesar de que esta exposición no se trate sobre esto, mis ideas políticas están súper presentes dentro de toda mi propuesta estética. Trato de no dejar fuera los trabajos gráficos que he venido haciendo y los entremezclo con el lenguaje de los videojuegos.
¿Esperas que tu arte sirva de inspiración a otros artistas?
No realmente. O sea, de inspirar a los artistas más jóvenes con mi obra como tal, no. Que vengan, por ejemplo, infancias a jugar acá y que puedan salir un poco de la lógica en la que están dentro de los colegios, eso sí me parece una experiencia interesante. Quizás despertarles un poco de curiosidad hacia los nuevos medios u otros tipos de artes que pueden ser más desconocidos.
Me interesa mucho más colaborar que inspirar. Espero que más personas que están trabajando en artes mediales puedan venir a esta exposición y que conversemos, que generemos diálogos, algo que yo creo que es mucho más importante hoy en día que algo tan lejano como inspirar.
¿Qué valor tiene para ti exponer en Balmaceda Arte Joven?
Muchísimo valor. Balmaceda es un lugar súper relevante dentro de Concepción en hartas escalas. Recorrer las instalaciones junto a estudiantes es significativo, ya que muchas veces, dentro de la realidad un poco carcelaria que tiene el liceo, hay cosas que se ven y siente tan lejanas, y que se concentren todas en un lugar cercano, es genial.
Acá se generan instancias que permiten experimentar a los artistas que vienen a trabajar. Uno tiene que llegar con una propuesta muy sólida. En diez días se me ha permitido experimentar caleta. Por ejemplo, no pensaba que iba a poder pintar las murallas, tenía ideas mucho más discretas de cómo se realizan las instalaciones y que haya habido tiempo y libertad para montar, poder quedarme en las noches trabajando, integrar a mis amigos, tener recursos que antes no había tenido para hacer obras, fue importante también.
Por otro lado, yo no estudié arte, mi formación es autodidacta, entonces tampoco es un paso natural para mí estar exponiendo en espacios institucionales en solitario. Anteriormente había expuesto en instancias colectivas, pero creo que desde hace un tiempo mi trabajo ha estado evolucionando un poco y exponer en un lugar como este es algo que había estado buscando. Es desafiante exponer de forma individual en una sala grande, porque no se trata de ‘con qué lleno la sala’, sino hacer con eso algo que sea coherente y consistente.