El papel da la oportunidad para que puedas rayar, sobrescribir y pausar palabras por días o años —aún existen esas frases que escribiste hace mucho tiempo y que ahora lees con pudor y sin sentido. El papel da la oportunidad para que te enojes con tu escrito, puedes ignorarlo o puedes sacar la hoja, arrugarla/romperla y botarla. Puedes darte la libertad de extrañar lo que ya no existe y dejar un poco de ahora en el ayer. Muchas veces son palabras anotadas en esquinas de hojas sueltas o libretas. Hay jugadas más arriesgadas, como la de escribir en la mano o brazo o en esos minúsculos papeles que tienen la facilidad de perderse —estas jugadas nunca tienen un buen final. Ahora me observo con pudor por ser el protagonista de estas frases, es difícil la autorreferencia cuando quieres ser un personaje secundario o cuando solo quieres convertirte en el papel donde escribes con un lápiz de tinta negra que se corre cuando pasas la mano sin querer.
No importa la inconsecuencia de mencionar con un poco de nostalgia el papel, cuando en realidad estoy escribiendo en un computador. Escribo para no olvidar y aunque suene cliché –porque sí, lo es. Es lo único que importa sobre mí.