Por Esteban Ignacio Silva Peñaloza

El pasado 28 de diciembre, Lemmy Kilmister, frontman y fundador de la emblemática banda de rock Motorhead falleció producto de un agresivo cáncer diagnosticado dos días antes. Su funeral, transmitido mundialmente vía streaming compartío con los millones de cibernautas el legado que este artista deja más allá del mundo musical; un verdadero personaje, estandarte de la más pura autenticidad perdida en nuestros días y añorada por tantos tal como lo señalaron entre risas y lágrimas los asistentes al sepelio, en su mayoría, íconos vigentes del rock mundial.

Ian Fraser Kilmister, como fue nombrado al nacer, fue dejando huellas que hicieron de este hombre uno de los más importantes cultores del arte del rock’ n’ roll. Ya sea como roadie de Jimi Hendrix, como miembro de Hawkwind, o en sus  22 entregas de estudio con uno de los tríos más relevantes de la historia de éste género músical como es Motorhead, Lemmy siempre fue fiel a lo suyo; un sonido que mantuvo su coorporatividad durante 40 años. En esta senda, el inglés cimentó su paso entre un amplificador gritando su tope de alcance, una presencia escénica que anudada a ese micrófono en altura que Lemmy solía usar como cantándole a un brutal ascenso que no dejó indiferente a nadie, y una ensalada de permanentes excesos vertidas en pos de la rebelión y la sinceridad. Estos fueron los condimentos de un artista que nunca cedió a los cánones del mainstream mundial y que logró sostenerse en el tiempo con su banda entre giras y producciones musicales con un sonido fiel a su ley. Mantenerse vigente en ese intento es algo que pocos músicos pueden contar.

No se confunda, estamos hablando de un tipo letrado, un historiador minuciosamente bien informado, un tipo emancipado como un anhelo en vida, una leyenda venerada en carne y hueso por gigantes de la música actual, tal como revelaron a través de la transmisión vía streaming de su funeral las sentidas palabras de Slash y Sorum de Guns n Roses,  Ulrich y Trujillo de Metallica, y el estremecedor poema creado por Dave Grohl para su fiel amigo que despedía. Ellos saben que Lemmy montaba la vida al compás de su propio tambor interno, de eso no hay ninguna duda.     

Nacer para perder, vivir para ganar. Dejar este mundo sabiendo que hiciste lo mejor que pudiste dar, el legado del único As de espadas transciende el de los riffs y los pentagramas. Un verdadero ícono en vida, a quien el mundo de la música ya extraña. Sírvase un vaso en el que transpiren dos hielos embalsamados con ese Jack Daniels clásico y ponga a tope alguna pista de su vasto catálogo discográfico. Perdimos un 28 de diciembre de 2015 a un hombre fiel a su ley como pocos quedan,  que ya tenía ganado su lugar en el más amplio pódium de las leyendas más emblemáticas de la historia del hard rock hace rato. Tuvo la suerte de ser valorado en vida, y eso también hay que celebrarlo. A tu vida y tu legado Lemmy ¡Salud!