Por Blanca Escobar A.

Sentarse a oscuras a contemplar la vida en la vejez a través de un álbum de fotos es una escena propia de quien, avanzados los años, contempla catárticamente su vida. Una vida hecha de fotos, con cada una de ellas entrañando un recuerdo de una historia a miles de kilómetros. Las mira y las contempla. El hombre recuerda toda una vida de injusticias. Y entonces habla, habla por quienes no tienen voz, habla por aquellos cuyos gritos han sido silenciados por el olvido; habla  por los que ya no están, por los marginados y los que se quedaron atrás tratando de sobrevivir en este mundo hostil y lleno de hermosura.

La sal de la tierra (The Salt of the Earth, 2014) es una película documental francesa dirigida por Wim Wenders y Juliano Ribeiro Salgado acerca de la vida del fotógrafo Sebastião Salgado, quien ha viajado por el mundo captando imágenes de los más desvalidos –personas sin voz, animales en peligro de extinción o la flora aún virgen del toque humano- para sacar a la luz las verdades que otros no pueden apreciar con sus propios ojos.

A través de la narración de su mismo protagonista, que comparte voz con el director, su hijo, padre y esposa para tejer la las peripecias de su vida y su obra, acompañamos a “Tião” por los recuerdos de los viajes que compusieron cada uno de sus libros. La historia del economista brasileño que vivió en Europa mientras Brasil estaba sumido en la crisis política y que abandonó una prometedora carrera de economista para dedicarse a la fotografía social es una especie de “detrás de cámara” desde la interioridad del artista y de cada uno de sus libros que llevan en sí todo el reflejo de un alma conmovida que presta sus ojos al mundo para enternecerlo con su denuncia.

En cierta forma, el monocromático de las fotos que ilustran este documental entregan toda la melancolía y nostalgia que se necesita para que el espectador sepa que, más allá de una imagen, se encubren cientos de reminiscencias y recuerdos. Las velocidades, la vertiginosidad, el horror y la desesperación de las hambrunas y la guerra son parte de las escenas que en sus años de aventurero Sebastião ha tenido que sortear para ser el portavoz de los caídos y de los olvidados a través de la sucesión de las fotografías que ha tomado. Es a través de estas postales desde la marginalidad que se descubre una realidad brutal al fondo del rosto del narrador blanco y demacrado que revela las vejaciones de la humanidad en su estado más primitivo y oscuro junto con imágenes estremecedoras de una realidad tan próxima y a la vez tan ajena al espectador.

El documental tiene una base catártica en su narración. Si el espectador desea ver dinamismo, sentir la ansiedad de la guerra  o la fuerza de la bestialidad humana hacia la naturaleza no encontrará aquí satisfacción. La película es de un ritmo lento, pausado y reflexivo; incluso en los instantes de mayor desesperación existe un monólogo acompasado que se detiene a analizar lo sucedido desde la distancia de los años y no con las impresiones frescas del recuerdo. Salgado relata el dolor muy bien, pero con la propiedad de quien ha sanado sus heridas con el tiempo y no de quien aún las mantiene abiertas.

En sí mismo, el documental es una retrospectiva de todo lo que ha ocurrido en su vida y sus viajes  hasta llegar al punto de asentamiento y descanso de la vejez. La película logra ese efecto reflexivo y afligido propio de los últimos años de vida. El relato es estremecedor a la par de conmovedor con las fotografías que ilustran los acontecimientos relatados. La humanidad es cruel, pero al final del día aún hay esperanzas como se señala hacia el término del film.

 

Ficha Técnica

Año: 2014

Duración: 100 min.

País: Francia

Director: Wim Wenders, Juliano Ribeiro Salgado

Guión: Wim Wenders, Juliano Ribeiro Salgado

Música: Laurent Petitgand

Fotografía: Hugo Barbier, Juliano Ribeiro Salgado