Exposición Quimantú 50 años: Como si exhibir fuese suficiente Artes Visuales Por Antonia Piñeiro Desde noviembre del 2023 y hasta fines de febrero del 2024 se puede visitar la “Exposición Quimantú: 50 años. La memoria y los libros”, organizada por la Fundación Puerto de Ideas y exhibida en el hall central del CENTEX. En palabras de la fundación, la muestra propone un “recorrido por su breve pero intensa historia, recuperando los principales objetivos, entre otros, facilitar el acceso a la cultura a través del libro y la lectura.” Objetivos que, tristemente, no se ven valorados en la muestra. El tratamiento del montaje es negligente respecto del proyecto editorial Quimantú. Descuido que como espectadores podemos experimentar, tanto en la factura, como en el contenido de las piezas que componen la exhibición. Quimantú fue un proyecto editorial activo en Chile entre 1971 y 1973 que sostuvo como uno de sus principales objetivos la promoción de la lectura en contextos populares. Este objetivo implicó importantes desafíos en torno al diseño, producción y distribución de ejemplares de diversa índole y para todo público que fácilmente podrían inspirar el quehacer editorial actual. Sin embargo, en la exhibición, podemos ver solamente la portada de libros y revistas, ocultando a ojos de quien visita la “impecable calidad literaria” a la que hace alusión el texto curatorial. La forma en la que se ubica la muestra de libros, ubicados boca arriba, bajo el vidrio de una mesa circular, lleva a pensar que el objeto cobra más sentido en un espacio de acceso popular como una feria -a escasos metros de la sala-, donde los ejemplares pueden someterse a la experiencia y apreciarse en su totalidad. Sumado a las mesas, la exhibición incluye una cápsula con video y biografías breves, una línea de tiempo, una serie de láminas temáticas, una estructura que imita un kiosco con una escena impresa en blanco y negro sobre plástico y una pieza principal suspendida que sostiene un papelógrafo impreso por un solo lado. Piezas inconexas que, además, incluyen dos grabados que pertenecen a una exposición anterior. El conjunto se encuentra envuelto en un color turquesa que viste la primera altura de los muros del hall, en contraste con el color blanco frío del papel. No es posible reconocer vestigio alguno de la prolijidad de la gráfica en las publicaciones de Quimantú en un recorrido disperso donde, además de la falta de pulcritud de las instalaciones, no se aprovechan a cabalidad los soportes para la divulgación de contenido. La propuesta museográfica falla en rescatar conceptos clave, asemejándose más al relato de una exposición en Power Point durante una reunión de Zoom que a un espacio conmemorativo, educativo o artístico. No responde -ni se refiere- a la calidad oficiosa de la propuesta de Quimantú, a pesar de encontrarse en el seno de dos instituciones con alto respaldo en el medio cultural. La precariedad de sus instalaciones podría llegar a cobrar más sentido en manos de una organización con menos experiencia o recursos -por lo demás común en el medio de la gestión cultural en el país. Cabe entonces preguntarse, ¿dónde yace la responsabilidad de lo que ofrece esta exhibición al público? ¿Quién vela por la calidad de los contenidos expuestos? ¿Es un problema de financiamiento? ¿Es un problema de gestión? ¿Es un problema ideológico? La exposición es “financiada por el FNDR del Gobierno Regional de Valparaíso año 2023 y aprobado por el Consejo Regional de Valparaíso”. Los créditos citan a 17 personas junto con 8 entidades y a dos curadores, bajo la organización de Puerto de Ideas. El problema de la falta de cuidado, sin embargo, parece recaer en la obligación curatorial de velar por la experiencia que la muestra regala, de manera poco generosa, a la ciudad de Valparaíso. En efecto, la exhibición se encuentra a nivel de calle en el hall central del CENTEX, uno de los espacios más obvios en la búsqueda de contenido cultural en la ciudad. Es la sede nacional del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, un espacio de libre acceso en una de las esquinas de la plaza cívica más turística de la ciudad. Fue inaugurada a fines del año en que se conmemoran 50 años desde el golpe de Estado y el inicio de una dictadura que significó el fin del proyecto Quimantú (y, hasta el día de hoy, de la editorial del Estado). Se abrió al público luego de dos llamados a elección popular en pos de una nueva Constitución, ninguno de ellos fructífero o efectivamente popular. Y, sin embargo, en sus láminas se lee un relato enumerativo, atingente pero carente, donde la vinculación del proyecto con su contexto político resulta anecdótica, limitando su definición a un evento en el marco del “gobierno socialista” de Salvador Allende. El recorrido comienza y termina con la desaparición de la editorial y parte de sus trabajadores. La redacción de los textos centra el valor del proyecto en sus cantidades, destacando especialmente el número de ejemplares. Un enfoque útil y apropiado para entender la editorial como proyecto social y divulgativo, siendo la cantidad una condición base para su distribución masiva. No obstante, una falta de cohesión que va desde el título de la exhibición hasta la experiencia del recorrido entorpece la comprensión del desarrollo. El punteo de contenidos pierde la oportunidad de ofrecer un espacio de visión, donde se abarque la profundidad no solamente productiva, sino también política de su oficio, comunidad y lectores. La propuesta editorial de Quimantú es presentada como una anécdota dentro de un contexto político convulso, a través de un relato cuantitativo y ligeramente vivencial. Bajo el supuesto de que una exposición hace más que exhibir, “Quimantú: 50 años” descuida la tarea de rescatar la complejidad de su objeto de estudio. ¿Es mejor, entonces, que no exista? De ninguna manera. Por poco, y quizás justificado en un complejo cultural de escasez, la exhibición ofrece la posibilidad de un escenario narrativo, abierto gratuitamente entre las 10 y las 18 horas. El material también podría encontrar nuevas posibilidades en otro contexto, como un espacio público o una estación de metro, entornos aún más abiertos y menos demandantes que una sala de exposiciones.