¿Qué puede aprender Estación Barrio Yungay de la plataforma 9 ¾? Artes Escénicas por Valentina Meriño Díaz (LCC 2023) En muchas ocasiones he agarrado un libro para pasar el tiempo de ocio, con la esperanza de encontrar en las páginas un momento de entretención y desconexión. En ocasiones me he topado con literatura juvenil que no resuena con mi realidad, cuyas bromas o referencias no comprendo porque no forman parte de mi imaginario. Sin embargo, hay sagas de libros de fantasía que han generado una especie de lenguaje universal. La historia es potenciada por la humanidad de los personajes, por la propaganda del mercado, y la sensación de comunidad que se genera entre los fanáticos. Di Paola habla al respecto en Internacionalización y globalización del arte: la necesidad de traducir en contextos expositivos (2017), mencionando que “la globalización del arte ha eliminado las fronteras territoriales que caracterizaban los distintos mapas culturales”, es decir que, impulsado por el mercado, el producto artístico local puede pasar a ser de carácter des territorializado. Harry Potter es un claro ejemplo de este fenómeno. La saga de libros inglesa escrita por J.K. Rowling, trata sobre un joven cuya vida normal se transforma en una constante aventura cuando aprende que sus padres eran magos al igual que él; junto a sus amigos Hermione Granger y Ron Weasley asisten al colegio Hogwarts de magia y hechicería. Años después de que Lord Voldemort, el mago tenebroso, intentó derrocar a los líderes del ministerio de magia, y así gobernar el mundo mágico y muggle, Harry, Hermione y Ron deben enfrentar su retorno e intentar vencerlo, teniendo que revelarse en contra la corrupción del ministerio y de Hogwarts. Los libros de Rowling son Best Sellers, la historia y los personajes son un referente internacional de tal manera que el contexto, de guerra mágica y rebelión de adolescentes, se ha convertido en un ejemplo a seguir de valentía e ímpetu en contextos locales de revueltas. De pronto el contexto de guerra y rebelión en Harry Potter se podría convertir en el contexto de mi país. Como un efecto de la globalización, el producto artístico des territorializado agarra potencia, y por un tema mercantil, causa la reproducción de formas de arte que tiendan a ser parte del fenómeno. Existe también una tendencia en ciertos territorios por creer que lo local pierde significado o importancia, como si el fenómeno fuera a acabar con las historias de una identidad cultural localizada. Los márgenes de la creación artística se desvanecen, la posibilidad de crear un producto que sea de aspecto comercial incrementa, y con esto la tendencia a creer que lo local pierde significado e importancia también. Nace una necesidad en los artistas de mantener una cierta distancia de este fenómeno, como dice Di Paola, una actitud de resistencia local en contextos territoriales de excolonias. El fenómeno de desterritorialización, puede acortar las distancias entre distintas culturas, lo cual, referente al arte, permite un mayor alcance de un producto artístico, y por ende le vuelve más sustentable, como en el caso de la literatura de fantasía juvenil. El arte desterritorial se caracteriza por la adaptabilidad (a espacios, territorios y públicos), la creación a partir de un contexto general, que a pesar de tener referentes a un territorio especifico, puede fácilmente adaptarse a otros contextos, pasando de lo especifico a lo general y viceversa. El teatro no se encuentra exento al fenómeno, por algo existen circuitos nacionales y festivales de teatro internacionales. Para poder explorar los efectos de la desterritorialización en los procedimientos de creación, tomare de ejemplo la obra Estación Barrio Yungay, estrenada en Valparaíso el sábado 10 de diciembre del 2022, en la plaza Severín. Dirigida por Diego Poblete, se propone poner en cuestión el propósito de educarnos, como lo presentan en su página de Instagram. Cuenta con 6 intérpretes y 2 músicos, juntos cuentan la historia de un joven que decide cambiarse de casa en medio de la revuelta, lo que se convierte en un turbulento viaje por el metro de Santiago. En medio del espacio, vemos un andamio de dos pisos, representando los vagones del metro; los cuerpos se mueven alrededor, arriba y abajo del andamio, mientras que los músicos suben a la parte superior del andamio y permanecen allí el resto de la obra, generando una especie de jerarquización entre ellos y los 6 intérpretes. Para entrar a dialogar sobre el fenómeno de des territorialización, me enfocaré en dos aspectos de la obra, por un lado, el procedimiento de montar el andamio dentro al inicio de la obra, como parte de la misma, y por otro 3 elementos utilizados en escena (la bandera chilena, la bandera chilena teñida de negro y la bandera LGBTQ+). El procedimiento de montar un andamio como parte de la propuesta escénica y el uso que se le da demuestra una característica esencial de des territorialización: adaptabilidad. Al no adornar el andamio con elementos específicos de un transporte como el metro, se produce un espacio genérico que abre el camino al público para interpretar e imaginar el espacio con sus propios referentes de un metro o tren. Esto permite que, dentro del contexto revuelta en Chile, cada quien pueda recurrir al repertorio experiencial del “viaje y el camino recorrido” durante el estallido social, ya sea de un viaje en metro, micro, u otro transporte público. De esta manera, el inicio de la obra da indicios de ser un producto artístico adaptable a un territorio, público y espacio, puesto que el tamaño del andamio le permite caber tanto en sala como en plazas, calle, etcétera. A medida que la obra avanza, este aspecto genérico que permite ampliar el imaginario del público, de a poco se va cerrando con los elementos que utilizan. En una primera instancia, sacan la bandera chilena, luego otra bandera chilena teñida de negro, las cuales son exhibidas y luego utilizadas para jugar al “torero”. En una segunda instancia una de las intérpretes sube al andamio, para luego levantar una bandera LGBTQ+. Estos tres signos se han convertido en referentes directos de la lucha en las calles durante el estallido social, pareciera ser que son implementados, en su literalidad, para explicitar que se aborda el contexto revuelta en la obra, en la historia; el problema con este uso literal es que convierte, casi de inmediato, el tono generalizado de la obra a una especificidad de discurso panfletario, que se recibe como una consigna que se le impone al espectador, cuando el propósito mismo de la obra sería la reflexión y el cuestionamiento sobre la educación (como lo exponen en sus redes de difusión), cayendo en el problema de que el publico de la obra se acota a personas que comparten un discurso similar. Pareciera ser que en el teatro hay un miedo por crear productos que adopten la noción de adaptabilidad y una resistencia a des territorializar el arte, una tendencia a creer que una consecuencia de eso sería la superficialidad o negarse una postura política. Cuando el efecto pudiera ser la sustentabilidad a través de generar un producto que sea a la vez insertable en el mercado, reflexivo y contingente, como Harry Potter en la literatura, u otras obras de teatro que tratan problemáticas sociales densas, con profundidad y simultáneamente con la suficiente generalidad en los procedimientos que les permiten resonar internacionalmente, como Hamilton de Lin Manuel Miranda, entre otras. Valentina Meriño Díaz es actriz y dramaturga egresada de la Universidad de Valparaíso.