Por Rodrigo García El indie es así: nadie hace solo una cosa. El músico es fotógrafo, gestor, fan y sonidista. En mi caso arrendé los equipos de audio porque no se vive solamente del periodismo cultural. Así que unos pesos extras me llegan por la inversión que hice para una banda que nunca triunfó. El cliente fue el sello Carmín, quienes hoy tenían su última tocata: “Tercer Impacto”. Desde las once de la mañana estuve en el Manduca, un centro cultural que se esconde detrás de una fachada antigua y en mal estado. “Es como un pedacito de Valpo en Santiago, hasta huele a meado” dijo uno de los integrantes de Protozoo, una banda del puerto que tocaba ese día. Todos estaban en algo, algunos revisábamos el sonido, otros preparaban la comida, colgaban la malla Raschell para bajar el calor que llegaba en el patio del lugar y un selecto grupo estaba centrado en enrolar el caño que corrió de boca en boca; el coronavirus no existe. Once artistas estuvieron en el fin de este sello musical que, al igual que muchos otros, es más cercano a un grupo de amigos disfrutando de la música que a una empresa interesada en generar ganancias. Es que nadie está ahí solo por plata, y quien lo esté, probablemente esté arriesgando mucho por lograrlo. Un ambiente distendido y de cercanía, donde las bandas se apoyan entre ellas. Donde un sonido o técnica imperfecta no conlleva un abucheo ni nada por el estilo, aquí es un espacio abierto a nuevos sonidos. Sin embargo, entre murmullos y risas, puedes escuchar la “teleserie” que se vive en esta escena. Luego de saludar y felicitar a uno de sus colegas, algunos músicos sienten la necesidad de señalar a las espaldas de sus compañeros los errores y “fomedades” de las otras bandas. Lo primero que voy a hacer es ir a una tocata Todos conversan con todos, pero la pandemia cambió los nombres por nicknames. Rostros que se conocen muchas veces en virtualidad, se encuentran en las tocatas por primera vez. Shironeko, jorgege, frop0n, loco.nozco se mezclan con los nombres que aparecen en nuestros carnets. Durante la pandemia, los conciertos habían pasado a ser virtuales, donde los escenarios eran las piezas de cada artista y el público veía estos analgésicos festivales buscando revivir ese brillo de cada tocata que se había olvidado por el COVID-19. Lo que abrió una puerta interesante, conocer la intimidad de algunos artistas. Desde Ale Sergi, vocalista de Miranda!, haciendo tutoriales en una gran casa; hasta los músicos que no podían evitar ser interrumpidos en las tocatas virtuales por el ruido de su entorno. Discord, una plataforma basada en servidores en los cuales se puede chatear, hablar por audio y video, fue un espacio para crear comunidades virtuales en torno a la música. Servidores como los de Chirimoya Triste, Profesor Rayado, Comunidad Everness, entre otros. En estos espacios se empezaron a acumular ideas y sueños de los panoramas que ocurrirían con la vuelta a la música presencial; “¿Organicemos una tocata?” “¿Estará muy paqueada a la vuelta?” “¿Cómo lo tendremos que hacer con los micrófonos?” “¿Tendremos que tocar con mascarilla?” Estas ideas quedaron guardadas a la espera que el COVID-19 se volviera “buena persona” y permitiera volver a reunirse de manera presencial. Poco a poco esas ideas comenzaron a volverse realidad, todo espacio era bueno para hacer música. El Parque Almagro se volvió un punto neurálgico durante un tiempo, hasta que lo “paquearon”. Pero cuando un espacio se cierra y otros dos nuevos aparecen. Moviéndose entre plazas, bares y centros culturales, esta escena encontró la forma de seguir existiendo a pesar de la precariedad. Del arte no se vive Volviendo al evento, era una mezcla de alegría con tristeza, era darlo todo por una última vez. El sello Carmín nació en pandemia y murió por una mezcla de consecuencias, entre ellas, la funa de uno de sus integrantes que rompió las confianzas y conllevó el cansancio de los otros. Este no es el primer caso de un sello, colectivo o banda que se disuelve en un momento álgido para elles. Un rápido recuerdo nos lleva a sellos como Cazador, Piloto; bandas entre las que podemos nombrar a Planeta No, Amarga Marga y agrupaciones como el Colectivo del amor. Esa precariedad que se romantiza en el mundo de las artes, crea la idea de una corriente “mainstream” y vendida, enemistada de algo más “contracultural” y revolucionaria. Mientras que en el resto de las profesiones se valora a quien cobra lo que corresponde, aquí se tensiona la posibilidad del acceso a la cultura contra una vida digna para los artistas. Cinco lucas por una entrada es caro, pero siempre hay plata pal jale. Hoy estoy revisando las fotos que tomé ese día (además de arrendar el sonido, fui fotógrafo), con Covid por culpa de ese caño que corrió de mano en mano entre desconocidos que se encuentran por el amor a la música. Junto a eso, me enteré de que el medio en el que escribo sobre música llegó a su fin. Hoy pienso qué veré morir mañana. Fotografías: Rodrigo García Rodrigo García No me gustan las autobiografías. Siento que es un ejercicio artístico lo más cercano a mostrarse para generar interés en que alguien consuma el producto artístico que hicimos. El Tinder del arte: dependiendo de lo que escribas sobre ti, la gente se interesará en tu trabajo. Si seguimos con la metáfora del Tinder, me imagino que con más de alguna persona llegaré a hacer Match, pero solo quedará en eso. En una idea de lo que podría haber pasado, si es que alguno de los dos nos hubiésemos atrevido a dar un paso más. También estarían los clientes premium, esos artistas que cuentan con todo lo que necesitan para llegar a su público objetivo. Donde la autogestión es una palabra alejada y el sueldo es más cercano a una mesada. Así que prefiero dejarles mi descripción de Tinder: Veinticuatro años, tengo Tinder para buscar perfiles raros y ver en que están mis conocides. Estoy pololeando, así que no ando buscando nada, en volá una amistad. Gestor, mediador y charlatán de las artes Siempre elijo a charmander🔥 Tengo 9 tatuajes Toco en una banda que se llama Pasaje Submarino IG: @Loco.nozco ¿Haremos Match?