Vivo cagándola Música Texto inspirado en la canción “siempre dejai la caga cuando te vay” por Insomnia Is Dead Por Fernanda Pino Cozzi Amiga ¿te acordai de la última vez que nos vimos? porque ese es uno de los recuerdos al cual me mantengo aferrado para no hacerlo. Ese día me invitaste a tu casa a ver alguna peli, nos fumamos un caño a medias mientras veíamos el compu. No me acuerdo mucho del nombre de la película, pero era cuática, trataba como de unos seres demoníacos que nunca se mostraron realmente, la gente sólo podía presentirlos de alguna manera y si alguno de esos demonios podía invadir la vista de alguien, quedaba desquiciado. La gente se mataba sin ningún motivo después de ser atacados por estas presencias malignas invisibles, todo era como demasiado apocalíptico, parecía el día del juicio final o algo parecido. Otra escena que me gustó mucho es cuando la mina que estaba embarazada cachó que los pájaros cantaban y volaban desesperadamente cuando una de “esas cosas estaba cerca”. Los pájaros al final se convirtieron en la gran alarma contra este mal que salió de la nada; eso fue lo que más me gustó de la película, puede ser a lo mejor un detalle bastante insignificante, pero siempre me han gustado los pájaros, tu sabís por qué, es por mi abuelita, ella siempre tuvo canarios amarillos, eran súper lindos, y recuerdo que podía pasar horas de cabro chico mirándolos como se movían de un lugar a otro gorjeando. Me preguntaba ¿Cómo es que cantan si están encerrados en una jaula? y me angustiaba profundamente al verlos enjaulados. Mi abuelita se dio cuenta, así que comenzó a dejarme sacar a los canarios de la jaula de vez en cuando, para que me quedara más tranquilo. Cuando mi abuelita falleció, fuiste la primera en saberlo, teníamos como catorce años, ella me crio, era todo para mí. Tú me trajiste ese día un cigarro, éramos chicos para andar fumando la verdad, pero estaba hecho bolsa. Me había aguantado todo el funeral sin hacer un solo gesto, inmovilizado por la pena, hasta que apareciste con el cigarro en la entrada de mi casa, entonces salimos a caminar hasta que encontramos un lugar en donde sentarnos, me fumé el cigarro, y lloré como no había llorado en mi vida entera, tú me abrazaste sin hacer preguntas; te conté ahí sobre los canarios y quisiste ir a verlos altiro. —¿Qué van a hacer ahora los canarios sin mi abuelita? —te pregunté. —Avanzar no más po —me dijiste. —¿Cómo es eso? —pregunté confundido. —Puedes dejarlos libres chinito, si es que tú lo quieres. La pensé mucho y decidí que tenías razón, salimos y llorando los dos, tiramos a los canarios con fuerza para que volaran, fue hermoso verlos partir con sus alitas amarillas hacia la puesta de sol, ahora no solo lloraba de pena, sino que también de alegría. Sé que no te he respondido en mucho tiempo, la verdad no tengo idea si es porque no puedo, o porque no quiero, quizás ambas, la verdad como que siempre divago y no termino haciendo ni una hueá, eso me carga de mí, y sería muy horrible perderte por una cosa así. Luego de irme de tu casa ese día de la película, regresé a pata a la casa de mi mamá y mi padrastro, mientras me acordaba de mi abuelita, deseando que ella siguiera conmigo. Como tú sabes, luego de la muerte de mi abuelita tuve que irme con mi vieja, y eso fue horrible. Ella siempre pasaba afuera de la casa, no se acordaba de darme comida, ni siquiera me saludaba cuando me veía, dejándome más claro que el agua, que no me quería y que jamás lo haría. Con el tiempo se encontró un pololo, el Esteban, un weón nefasto y con ese se quedó. Él siempre se gastaba la poca plata que tenía mi vieja y a veces me pedía hasta a mí, y si no hacíamos lo que él quería, en el mejor de los casos nos gritaba, otras veces nos sacaba la chucha, tanto a mi vieja como a mí. Aun así, mi mamá nunca quiso dejarlo, por ello mi vida siguió siendo un desastre que parecía no tener fin, por estas razones a veces me iba a quedar en tu casa, otras veces en casa de algún otro amigo y así pasaban mis días. Tú siempre fuiste apañadora conmigo, en cambio yo siempre las cagaba contigo. Te había prometido no hacerle más a la coca, pero fue demasiado difícil, estaba accesible en todas partes. En fin, después de caminar hacia mi casa llegué y toqué la puerta, me abrió el Esteban, entré y mi mamá no estaba, ni sus cosas tampoco. —¿Dónde está mi mamá? —le pregunté. —No sé dónde está esa —respondió como si no fuera nada grave. —¿Cómo que no sabís?; ¿algo te tuvo que haber dicho o no?, nadie se va así como así. —Peleamos —dijo Esteban, mientras fumaba uno de sus puchos hediondos. —Nos agarramos con tu mamá. Ella pescó sus cosas y se fue. —¿Pero a dónde?, nunca había hecho algo tan extremo mi vieja. —Bueno… ¡No sé cabro, que querís que te diga! Por ahí debe andar la maraca de tu mamá con otro weón. ¡De seguro! Te lo doy por escrito. —No hablís así de mi Mamá weón sino… —¡¿Sino que a ver?!, ¿se te acabó lo mariconcito ahora?, ¿me vai a pegar? Y en ese momento, realmente levanté mi puño para pegarle amiga, pero no pude, me quedé congelado como un imbécil y se me salían las lágrimas de pura impotencia. —¿Viste? —dijo él— seguís siendo un inútil, siempre lo hay sido, desde pendejo que la única hueá que sabís hacer es llorar y andar en la calle, haciendo quizás qué cosas, a lo mejor tu mamá también se cansó de eso y nos dejó. —¿Ahora tengo la culpa yo entonces?; ¿¡eso me estay diciendo!? —Tú y yo no somos tan diferente cabro. Agarré mi bolso con todas mis cosas y me fui. Me quedé en las calles por ahí durmiendo, sabía que seguramente estabas preocupada. Yo, sólo estaba desesperado por conseguir coca en cualquier lado, para no sentirme tan basura. Te extraño amiga, desearía volver algún día a tu casa como antes, pero la verdad es que siempre la cagaré de alguna manera, no puedo evitarlo, no soy un buen amigo, nunca he podido estar para ti cuando lo has necesitado, sabiendo que eso te lastima y parece que tampoco fui un hijo lo suficientemente decente como para que mamá me llevara con ella, en vez de dejarme botado con el Esteban. Ahora mientras me encuentro en lo alto de este puente mirando abajo, dándome el valor necesario para volar como los canarios; me acuerdo de ti y de ese día, y de muchos otros buenos días que tuvimos juntos, eso me detiene por el momento, aunque no sé por cuánto. Te quiero, Tu chinito de párpados cerrados. Fernanda Pino Cozzi, estudiante de Literatura y escritora novata.