Retrato verbal de Paz Olivares-Droguett Artes Visuales Un tentativo acercamiento al ángulo más personal, aunque mediáticamente visible, sobre esta aguda y sensitiva fotógrafa independiente de Valparaíso, miembro de Women Photograph database, Migrar Photo y Ruda Colectiva. Por Tabata Yáñez Encuadrada en un atardecer rojo pastel, que hace juego con la tonalidad de sus uñas y de una flor entrelazada a su mano izquierda; la misma sostiene el lente mientras la otra recibe órdenes de disparar. Un, dos, tres, cuatro tiros. Los primeros directos al sujeto. Sin titubear. Abre el ojo cerrado que no enfoca, junta los labios de una boca que ya dio paso al suspiro. Y arrebata, vuelve suyo, el instante. Maneja con prodigio la única arma que aprendió a usar. Siempre cuenta que empezó a tomar fotos con cámaras análogas, como si eso significara algo. Para el resto, tal vez, no influye. Para ella es esencial, le genera emociones que no nacen con la fotografía digital. No necesariamente porque las imágenes no le logren transmitir ciertas sensaciones. No. Es por el lío de factores que convierten ese momento del revelado en enigma. Un misterio de incalculables posibilidades que nunca termina de descubrir. La estética extravagante y sorprendente no se ajusta con Paz Olivares-Droguett (Valparaíso, 1986). Se les presupone a las o los fotógrafos más superficiales, sin embargo ella, a su vista, devela calidez. Así como está, acomodando su cuerpo a coincidir con la perspectiva que mandan sus ojos, captura en varias tomas la intimidad. No se trata de cualquier cosa, es un punto clave si hablamos de su obra, pues lo notable es que logra exitosamente dar con ese algo; es más que reflejar. La cercanía no solo está en la temática, sino también en la forma. No es coincidencia tampoco si se inclina por retratar a las personas, la memoria, el feminismo, lo femenino, la sexualidad. ¿De qué forma sino? Un pato sumergido en el fondo azul granoso del mar en que nada, se suma a su galería. Esa imagen la tomó con la cámara de su tata, cuenta, una Half-frame que la acompañó varios años haciendo composiciones dobles con la intención de completar un cuadro. Entonces pensaba la fotografía en dípticos. Al costado del ave se ve algo distinto, la foto se divide en dos, es como si cayera luz al fondo del océano y lo tocara. Dice que acá se asomó un error maravilloso. Y que nadando en Tumblr volvió a encontrarse con ese azar. “Varias veces me alegró el cucharón”, reconoce. Todo en ella resulta natural, igual que su trabajo, sin distancias ni prejuicios. Aunque, advierte, la manera de hacer lo que hace supone criterios: muchas fotos siempre quedarán fuera de la narrativa que va edificando. Pasó por ejemplo con Sexualidades Femeninas, exploración visual de cuerpas/cuerpos que rompen, paradójicamente, con la imagen un silencio, el del placer. De todos modos, cuando habla de eso recuerda las primeras imágenes que se fijaron en su narrativa personal; son las del día que murió su abuelo. Era una doble celebración, incluía por un lado el cumpleaños de su papá, por otro la compra del que sería su hogar. Festejó toda la familia, los amigos. “Mi tata murió en la puerta de nuestra nueva casa”. Hace poco tiempo, durante la investigación sobre Portales —la playa a pocas cuadras de su barrio y el nombre que dio título al proyecto— regresó a esas memorias. El primer buque inmovilizado allí, pero en una costa distinta a la de ahora, una de 1992. “Ocho años después volvió a ocurrir, los sonidos de los barcos quebrando por la mitad el muelle…”, comienza a relatar. Magnitud indescriptible si se verbaliza, mas no si se visualiza. Entonces, como si de coincidencia se tratara, halló lo que buscaba o quizás fue la imagen quien la encontró a ella: un registro familiar en formato video grabado el mismísimo día que falleció su abuelo. Y observó a un hombre parado frente al mar igual que él. Pese a no tener cómo confirmar si su tata bajó ese día a la caleta, eligió creer que sí. Ahí nació “Portales” como tal. “Un portal es una situación fronteriza. Entre. Transición”, pone de bajada. Esta vez agrega que era junio, invierno. Lo que hubo fue un temporal grande que hizo varar la nave en la playa. Rapel, así se llamaba. Esos días fue que contempló a su tata luchar contra la tempestad, detalla, y se asustó mucho porque sintió que le podía pasar algo. A los cinco años todo parecía más drástico de lo que realmente era. Una semana luego pasó lo que pasó. Alguien dijo que todos dicen que se dice: los resultados de Paz son auténticos. Ella responde sola, a través de su esencia. Un temple perfectamente proporcional con su estética. Viste prendas pigmentadas con el color de sus fotos, al menos eso parece. Se abre camino por medio de sus propias experiencias junto a (hacia) otres. Escucha, comprende. Sostiene tanto certezas como interrogantes. Deja entrever lo que quiere y lo que sale es honesto. Las palabras sobrarían. Tabata Yáñez es periodista y comunicadora social Fuente fotografía: Instagram @pazolivaresdroguett