El teatro es un fenómeno humano, un fenómeno que tienen que disfrutar las personas, comenta Martín Navarro, teatrista.

Por Javiera Arenas

Martín Navarro. 25 años, actor egresado de la Universidad Mayor. Amor por la iluminación. Trabajólico, busquilla. Maipucino. Viene llegando en bici de un ensayo. Se ríe diciendo que así lo trata la pandemia, tocándose la barba. Tiene 40 minutos y muchas palabras. 22:04 pm. Luego tiene que irse a un ensayo online.

Director de la Compañía de Teatro La Gritona. Cinco años desde su fundación que contienen: 1. Trabajo obstinado. 2. Gusto por la música en vivo. 3. Viajar a México compartiendo su obra El exilio de la palabra. 4. Conversatorio y galletitas y 5. Trabajo colaborativo potenciado por la pandemia.

Poder instalar la obra desde nuestros espacios populares hasta fuera del teatro, si pudiera fuera de la muni, fuera de la muni, si pudiera ser afuera de la casa de Lavín sería afuera de la casa de Lavín, lo disfrutaría pero a concho, la calle todo el rato.

  

La ilusión de los 15 años

El querer estudiar teatro tiene que ver un poco con un deseo de comunicar. Creo que siempre ha existido eso. Es extraño. No sé si comencé con una idea de cambiar el mundo, pero creo que sí necesitaba estar en un área laboral creativa, donde pudiese activarme de alguna manera particular y transmitir hacia otros aquello que pienso y que defiendo. Encuentro que el teatro es una excelente herramienta de comunicación; una wea bellísima en cuanto a la comunicación humana. Creo que así se ha ido puliendo mi respuesta durante los últimos años. Y claro, esa es la respuesta primaria, todo lo que se construye después, por qué La Gritona, por qué el teatro popular, todos esos derivados son otra wea po’, pero la base tiene que ver con el deseo de comunicación.

Teatro y el granito de arena

Yo creo que sí wn, no puede ser no po’ wn, o sea es que, claro, ahí uno empieza a hilar más fino y dice qué teatro es el que cambia el mundo, cómo cambia el mundo el teatro. ¿Lo que hace La Resentida es lo mismo que hace Manuela Infante y tienen el mismo efecto cambiando el mundo? Comprendo que existen distintos matices, pero creo que el espectáculo teatral, sin caer en la espectacularidad, debiese ser una experiencia transformadora. El teatro en sí como acto de espectar y de compartir tiene que ser una creencia transformadora, y si cambiai a una persona, si nos vamos a la metáfora cierto, cambiai el mundo.

Out: Publicidad teatral

Lo primero que uno busca compartir es la experiencia misma, que la gente disfrute la experiencia; y lo segundo, creo que wn, si uno no busca eso, que chucha está haciendo, pa’ eso hace comerciales del Abcdin. Uno debiese buscar la trascendencia, trascender de alguna manera; es una gran palabra, se oye muy magnánima la wea muchas veces, pero es un poco más simple. Si alguien puede irse con una pregunta pa’ la casa después de una función, estai trascendiendo respecto al mensaje que estai instalando; estai instalando una problemática, estai instalando una reflexión, estai instalando un tema interesante, que ni siquiera puede que sea interesante para ti, pero generó interés en otra persona. Le hiciste darse cuatro vueltas a la wea. Con eso la experiencia está más que superada po’ wn. Hay veces que el teatro cuando se pone muy discursivo se pone medio pajero y medio restrictivo cachai, por eso: la experiencia y no el discurso.

A las plantas no les gusta esto

Voy a volver a hablar de Manuela Infante. Tu llevai Estado vegetal a La Pintana y nadie entiende pico la obra culiá, nadie va a entender pico la profundidad, y no es que esté tratando de tonta a la gente. Cuando uno se mete en las letras y en la complejidad de una obra como esa, se pregunta cuál va a ser la funcionalidad de la obra en un espacio radicalmente marginado; cómo le haces entender a esa gente la investigación detrás de ese montaje, que por más bacán que sea, la gente va a quedar como qué chucha. Yo me imagino a mi mamá viendo la obra y saldría preguntándose qué mierda, y más que eso, podría generar ese efecto culiao de “ah si no entendí esta obra, la siguiente tampoco la voy a entender… entonces pa’ qué chucha voy a ver teatro”.

Responsabilidad artística

Aunque, ¿El problema es la obra? Yo creo que no. El problema es cómo la compartes, si tú entiendes que al hacer tu obra y al realizarla en 90 minutos, porque es lo que dura la obra, tu pega está hecha y ya se acabó, es muy simplista.

¿En los espacios territoriales y populares puede existir cualquier obra? Puede existir cualquier obra po’ wn, si la gente tiene distintas interpretaciones, y puede interpretar y vivir el espectáculo teatral como quiera. Yo me haría cargo de la dificultad de la obra y haría un acompañamiento, un conversatorio, una mediación. Solo poder guiar de mejor manera el espectáculo teatral para conseguir el impacto. Todo esto se remonta al déficit cultural que existe desde la base educativa de nuestro país de mierda, en nuestro intento de país en donde no existe ninguna intención por otorgar una base de deseo cultural, pero sobre la misma, creo que es muy importante hacerse cargo del fenómeno teatral y que el acercar el teatro a la gente se transforme en un fenómeno en donde la gente no se sienta tan ajena y al margen de nuestro mundo.

Madres libres.

En una encuesta que hicieron los cabros de la UTEM las respuestas eran desesperanzadoras loco: la gente cree que el fenómeno teatral es una wea pasada a caca o incluso, todo lo contrario. No diré Quilicura porque el Festival Juan Radrigán creo que en ese sentido es destacable en cómo trabaja la instalación del teatro en barrios marginales; pero en Maipú por ejemplo, si tení todos los febreros La Remolienda po’ wn, si la gente se va a puro cagar de la risa, si tení Las 12 después de medianoche o Los gallos cantando no sé qué chucha… Puras obras folclóricas, puta, pan nomás po’, pan suavecito con mermelada po’ loco, pero no estai invitando a la gente a descubrir cosas en la experiencia teatral, a no quedarse con lo primero que ven, a no quedarse con lo más simple. No quiero que se malentienda mi respuesta, yo vengo del mismo espacio, no me creo el cuento de que yo puedo ver obras diferentes a las que puede ver mi mamá; mi mamá puede ver las obras que quiera, pero creo que también es responsabilidad del artista instalar su reflexión y problemática de la mejor manera para que wn, la wea se instale en la palestra y se pueda conversar un poco que sea.

Teatro que no existe

Mi intención de llevar teatro a los barrios parte primero desde una rabia. Me enojo mucho con las cosas que suceden en el sistema y en la sociedad, creo que uno no puede no enojarse si la vida es tan como la mierda, el sistema funciona tan como el pico, y muchas veces la única forma de realmente lograr observar claramente el panorama es estar inserto en el panorama, y vengo de una comuna periférica en donde el teatro no se ve. Eso es una wea que yo encuentro inaceptable po’ loco, si es un fenómeno natural, el teatro es un fenómeno humano, un fenómeno que tienen que disfrutar las personas.

Artistas de papel

Los teatristas y las teatristas tienden a ser muy conformistas, muy cómodos, muy pasivos. En La Gritona, por ejemplo, mi gran proyecto de vida, hay gente se sube y se baja a cada rato; pero tengo la necesidad de seguir defendiendo el formato, el recurso y la herramienta porque es la forma que encontré para democratizar el arte y la cultura. El acceso. Me enoja en demasía la ausencia y el abandono cultural de los barrios periféricos, y desde esa rabia trato de hacerme responsable de mi opinión, porque es muy fácil paquear al mundo. Tal como en estos tiempos han salido hartos actorcillos famosillos a llamarnos a resistir esta pandemia culiá, cuando es bien fácil resistir cuando te dan fondos cada dos meses. El deseo por el teatro popular tiene que ver con un compromiso-identidad hacia el territorio y por la democratización de la cultura, y como claramente nunca lo voy a conseguir, es una wea que constantemente voy a intentar hasta que, por lo menos, se manifieste con claridad al frente mío.

La calle y espérate Lavín

La calle no solamente es el espacio más democrático sino el espacio más disruptivo, siempre lo será. El cuarto montaje de La Gritona va a ser callejero, hay que enfrentarse a eso. Democraticemos, democraticeeeemos po’ wn, democratizar. Yo no le puedo decir a la señora que la obra es +14 y pedirle que no vaya con la guagua. Tiene que ir con la guagua. Instalar la obra desde nuestros espacios populares hasta fuera del teatro, si pudiera fuera de la muni, fuera de la muni, si pudiera ser afuera de la casa de Lavín sería afuera de la casa de Lavín, lo disfrutaría pero a concho, la calle todo el rato.

Impacto 

Me estai preguntando weas en un momento de mi vida en donde estoy lleno de contradicciones respecto al tema porque, por ejemplo, con La Gritona una de las cosas que nos pasó fue que empezamos a hacer teatro popular, nuestra obra habla sobre la marginalidad y llevamos la marginalidad a la marginalidad. Claro po’, no tiene ningún efecto, no consigue ningún cambio más que la risita buena onda de la gente en el formato de experiencia. Nuestra obra funcionó en un primer momento, generó esa instancia de experiencia, una experiencia colectiva, comunitaria, participativa y colaborativa. Hacerle entender a la gente que se puede borronear esa división olímpica del escenario. Que entiendan que nosotros somos pelagatos igual que ellos y que compartimos las mismas dolencias y que trabajamos en esto como nuestra forma de expresión y de comunicación.

Impacto 2.0

Qué pasa cuando no estai consiguiendo el impacto que te gustaría. Ahí está la pregunta. ¿A unos sí y a otros no? No, yo digo que a todos, pero dependiendo del impacto que querai conseguir. Si yo quiero instalar la problemática de lo marginal, tengo que instalarlo en los espacios en donde no se hable de lo marginal. Aunque si fuera a instalar la obra a Las Condes pondría mis condiciones. No sé po’ loco, no voy a andar cobrando 15 lucas por la entrada a un teatro ni cagando; esas condiciones permitirían que la experiencia no fuera restrictiva por lo menos en esa área, ya geográficamente sería bastante culiá, pero por lo menos permitiría que alguna pobla de la misma Las Condes y que su alrededor, pudiese pasarse al teatro municipal sin tener estos rollos culiaos que pasan cuando uno va a la mierda. 

Guaguas que lloran

Siempre va a llegar un grupo que se motiva por dos años y luego cae porque nadie le va a pedir libros a la biblioteca popular. Siempre va a haber un mundo, un mundo de cabros y cabras que formen compañías populares que van a una primera función y se dan cuenta que a la gente le vale pico y que la única persona que llegó fue una señora con tres guaguas que se ponen a llorar en la función y, fueron. Y la frustración es muy grande. Lo único que creo de todo eso, es que hay un gran trabajo que hay que hacer, porque hay que hacerlo. Y los responsables de hacerlo somos nosotros, nosotras, nosotres. No hay otra persona a cargo de la wea, porque no lo va a haber. Yo por lo menos en ese espacio soy lo más pesimista del mundo porque ya he esperado demasiado.

Elite 

Un teatro donde no existan diferencias. Me cargan esas diferencias que instala la elite teatral dentro del fenómeno, desde el famoso culiao que se caga con una foto con la señora que lo viene persiguiendo cuatro cuadras wn, para sacarse una foto con el cabro de la tele; hasta el actor culiao que se caga porque la señora de la junta de vecinos le da un pan con jamón. Todavía me acuerdo cuando estábamos en la toma del Instituto Nacional e invitamos a la Fran Valenzuela a tocar y nos dijo “es que no están las marcas de los equipos que necesitamos”. Las marcas de los equipos po’, me estai webeando. La instancia. La instancia era especial, la instancia era particular, era dialogable, negociable todo, por qué ponerse en una parada donde tu privilegio se tiene que enrostrar al mundo e imponer desde ese lugar. Creo que también el contenido y la estética buscan acercar el teatro y no sólo acercarlo, sino abrir ciertas puertas para poder dialogar.

Trabajo

Es complejo sobrellevar la cantidad de derrotas que significa hacer teatro y, desde esa reflexión, creo que es super importante activarnos entre nosotres, apañarnos, respaldar el trabajo del otro, tirar pa’ arriba el trabajo de los proyectos jóvenes, confiar un poco en lo que está haciendo el de al lado, retirarte a tiempo cuando no te gusta la wea y no dar la cacha hasta última hora, en fin. Creo que he estado en una de las mayores sequías creativas y emocionales respecto al teatro de mi vida, y me ha costado un mundo poder sobrellevarlo realmente, sumado a toda la pandemia. Y sobre eso, creo que es urgente, es urgente que el teatro renueve sus objetivos y prioridades. Esa sería mi mayor descarga. Creo que la pandemia, una de las cosas que nos puede otorgar positivamente, entre comillas, es una oportunidad de reseteo única, y ese reseteo tiene que ser ahora. 

Javiera Arenas, aficionada por la escritura, dispersa.