Esta vez le toca al joven narrador viñamarino, que hace un mes fue halagado por la crítica Patricia Espinosa y recibió mención en el Premio Roberto Bolaño.

Por Camilo Jorquera

Diciembre del 2013. Universidad de Playa Ancha. Diego Armijo, mechón de Pedagogía en Historia, saca el tercer lugar en el concurso de literatura juvenil. Marcelo Mellado y Rosa Alcayaga entregan los premios. Es su primera publicación en papel, un cuento sobre un gloriasnavalino enamorado que lee novelas juveniles. Años más tarde recordaría ese día para hablar mal de sus compañeros de podio.

Los meses pasan arriba de la 603, de Glorias Navales a la UPLA, leyendo 2666, pidiéndole a los compañeros que lo renueven por él para terminarlo. De la UPLA al Roma, al Amalfi, y de vuelta a la casa. Escribiendo en un blogspot, como una especie de libro de reclamos personal donde volcar el despecho después de los carretes, la rabia después de pelear en clases y el cansancio del trabajo que deja con olor a fritura.

En una mochila que parece no resistir un gramo más antes de desfondarse, lleva borradores de poemas, intentos de guiones para cortometrajes que luego terminan perdidos en las carpetas del notebook, novelas que no lo convencen, que terminan transformándose en otra cosa, que se fusionan, que se parecen demasiado a la verdad y no quiere que sus amigos se reconozcan allí. Otras, las que sí sirven, enviadas a concursos y editores que no acusan recibo.

Participa en organizaciones de fomento lector que ya no existen, subiendo y bajando cajas, armando y desmontando mesas, toldos y pendones. Se sienta al fondo de los lanzamientos y ríe de los golpecitos en la espalda de los presentadores hacia las siempre jóvenes promesas de las letras, luego el pelambre y el vino de honor con los poetas en librerías y pizzerías que ya, tampoco, existen. 

En las ferias del libro, con una comodidad como si el espacio le perteneciera, se pasea por los stands. Vende, compra, intercambia. Vuelve a su puesto. Pelea con los clientes que piden precio, con los que no saludan, los que sueltan comentarios entre dientes. Pelea con la organización y mira con disgusto a los vecinos que se sientan a mirar el celular en espera de clientes. 

Convertir un feriante domingo en un ring de boxeo. 

Pero le agrada la interacción que provocan los libros. Ha afinado el oído para reconocer qué libro ofrecer a cada cliente, a veces les recomienda autores que no venden y con emoción habla de Alfonso Alcalde y Quimantú, de Juan José Saer y el Paco Rivano.

-“Es facho, pero no importa”

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Enero del 2019. Cureptano. El numetal se revienta en los altoparlantes, Diego Armijo se aclara la garganta, toma su celular y nos lee el Poema 48 de Millán. Suspira, brindamos al seco, va al baño. Un minuto después un punki le roba la chaqueta. 

Llevamos varios días saliendo con la excusa de celebrar el fondo para escribir Carcasa. Los meses que siguen son de manuscritos, de hacer circular entre los editores-amigos los borradores para que los despedacen. “Novela casi casi casi” aparece en las bandejas de entrada, el texto tiene anotaciones escritas en el mismo estilo que la narración.

– “El otro día me dijeron que escribo como Yoda, como al revés, pero filo, fue uno de esos escritores santiaguinos”

Salir a llenarse la guata con chela, bailar mal en Morgana, caminar apoyándonos en las paredes e ir a saludar a Bolaño, Mistral y al Chicho. Formas de calmar la ansiedad del deadline que parece no llegar nunca, de las últimas revisiones, de elegir la portada, de las peleas con la imprenta, del miedo, que nunca se quiere reconocer, a la crítica. 

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Diciembre del 2020. Las Últimas Noticias. Patricia Espinosa elogia Carcasa y, de pasada, tritura a un reseñado por Armijo que en un vergonzoso pataleo acusó sicarismo.

La crítica llega justo 365 días después del lanzamiento de Glorias Navales, fue una tarde de auditorio lleno. Amigos, familiares, editores, poetas y libreros, no hay sillas suficientes para el público, como si se tratase de un escritor consagrado y no de quien publica por primera vez.

Armijo, el narrador-poeta, que no concibe la literatura de otra forma que como un acto político, de ruidosa reivindicación , que se fuerza a estar en la vereda contraria, que no hace el favor de callarse, está en silencio. Escucha con la cabeza hundida en la mesa los comentarios de los presentadores. Cuando llega su turno de tomar el micrófono no hay comentarios incendiarios contra el gobierno regional, tampoco palabreo ante los ataques de otros escritores, solo queda dar las gracias.

Firma ejemplares, intercambia algunos, conversa con todos los grupos que se han armado en el patio de Balmaceda, no le incomoda ser el centro de atención. Habla con el mismo tono en que se refiere a sus películas favoritas de Almodóvar, con calma y sin pretensiones, sin querer impresionar, pero ahora habla sobre un libro suyo.

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Enero de 2021. Videollamada desde la República Independiente de Playa Ancha a Glorias Navales. Hace un año que no nos veíamos. Detrás de él no hay un fondo con libros que tanto se acostumbra a ver en estos meses de encierro, solo la pared y una foto de Marx, su familia y Engels.

La conversación es larga. Habla de lo último de Scorsese y Lebowitz, pienso en esa frase que en un momento pronuncia la escritora y de lo bien que queda para describir a Armijo. “Mi ira proviene del hecho de que carezco de poder, pero estoy llena de opiniones”.

Luego de una risa y un silencio finaliza la sesión.

– “Te dejo. Mañana tengo que partir temprano a Santiago, hay feria”

 

Camilo Jorquera es estudiante de Licenciatura en Historia