Las lineas que hemos creado: ciudad y subversión Sin categoría Por Silvana González Vásquez «Un día construiremos ciudades en nuestra deriva… si bien, retocadas por la luz, uno puede utilizar ciertas zonas que ya existen» Guy Debord, Théorie de la dérive Vivimos dentro de límites autoimpuestos por una ciudad pensada en tiempos que nos desconocen. El espacio homogéneo, mediado por la estandarización y dominación de nuestro territorio, abarca los comienzos de la propia colonización hasta problemáticas de naturaleza tecnológica como es la industria. Nuestra estética visual tanto de la ciudad como de la modificación que ha tenido el propio territorio es mérito de la usurpación progresiva que las dinámicas del capitalismo han ido reformando. Nuestro edificios, arquitectura, monumentos y relación con la que se concibe el espacio son sólo una chapa de todo este proceso, la marca registrada de un proceder histórico de dominio. Los caminos que habitamos cotidianamente están cada vez más desligados de un carácter de triunfo o tradición: hoy la economía se valoriza y permea en un uso indiscriminado de los antiguos edificios en función de su utilidad o propagandística. La ciudad que ya representa un producto del capitalismo, en el caso de Valparaíso este se valora en torno al turismo. Estamos acostumbrados a observar como otros que viajan desde fuera nos observan constantemente, es decir se instaura la costumbre de ver cómo se miran una y otra vez los mismos objetos y partes de la ciudad lo que contribuye a que entremos en un desconocimiento de nuestros propios lugares. Los monumentos que se levantaron un día por razones heroicas y patrióticas pierden el sentido inicial y se vuelven invisibles ante el tránsito cotidiano. Se va olvidando la forma de la calle, los rostros de los monumentos, el camino se adapta ante un aparente rutinario. Dentro de un espacio que supuestamente no se modifica, salvo por algunos ajustes; un nuevo negocio, un puesto de comida, una ciudad patrimonial que resguarda sus fachadas o las integra absurdamente sin respeto, no entregaba mayores avistamientos de algo distinto. Sin embargo, el presente superpone este hábito de costumbre, dinámicas alientadas por el actuar de la propia gente. El consenso colectivo que surge ante un cruce sin semáforo, el piso desadoquinado o los monumentos que se opacan en su color real son demostraciones de que la ciudad no es la misma. Guy Debord, fundador de La Internacional Situacionista (producto de la fusión de la Internacional Para Un Bauhaus Imaginista y la London Psychogeographical Association en los años cincuenta en Francia) planteó en su teoría los pequeños actos de subversión que pueden realizarse dentro del cotidiano,concebidos como una forma de desalienación, disolver las estructuras para dejar de oscilar entre los dos polos que nos impone la economía política: la proletarización y el consumismo. Poner en cuestionamiento el orden predeterminado de la ciudad no es algo nuevo, en algún punto aquello ha progresado de tal forma que la revolución se ha llegado a portar incluso como una pieza de museo. La idea de un manifiesto como lo fue la sociedad del espectáculo, escrita por Debord, antepuso incluso los criterios de la creación pensada como una intervención cultural y el cotidiano como una carga que debía soltarse para poder encontrar en nuestros propios hábitos una forma de perforar el modelo. La deriva, como un transitar sin un rumbo y el détournement que rescata elementos estéticos de la ciudad para decontextualizarlos fueron algunas de las acciones utilizadas para generar un contra lenguaje. Parece ser que no existe manual que guíe o anteceda el próximo paso. La resistencia hacia los medios opresivos ha generado una intervención en el espacio de manera natural, un cambio en los objetos y materiales tal como se concebían previamente. Por medio de la destrucción, renace el cuestionamiento de la composición primaria de las cosas. Los tags y escritos han generado un nuevo texto dentro de las paredes de la ciudad, agudizando un foco que hace re-observar el patrimonio. La pintura sobre los ojos de los monumentos y estatuas, al igual que su misma derrocación simbolizada al mutilarlos, nos hace preguntarnos quiénes eran esos silenciosos guardias anónimos. Sorprendidos de los cambios en el entorno, se han vuelto a sacar fotografías, no es necesaria una deriva para encontrar nuevos objetos dentro de un camino tantas veces trazado. El blindaje de ventanas y vitrinas cancelaron una venta fictia y revelaron con su neutralidad el resto de formas presentes. Las mismas murallas que contenían revelan ahora sus esqueletos, los materiales para la transformación estaban presentes ahí mismo, en cada fierro descubierto, en cada malla de contención. Incluso se ha terminado de poseer espacios previamente tomados, como ferias callejeras que en algún momento fueron revocadas a punta de técnicas represivas, han retomado su carácter de espacio público independiente, en donde tranquilamente se puede dar esta interacción, ampliando los permisos convencionales de estancia en un lugar y siendo una victoria de la persistencia en utilizar este mismo. La plaza se ha transformado en un eje principal, ha sido el espacio dominical que reunía todo tipo de personas en su derecho a poner pausa a sus trayectos; un centro que continuó siendo propio, auténtico porque pertenecía previamente a todos por igual. El detenerse en una barricada, encontrar en la materia misma los elementos para generar la resistencia, transformar el paisaje de tal forma que sea imposible retornar a su originalidad (llegando obligadamente a consensos municipales de mantener ciertas transformaciones) mutar las leyes de tránsito generando incluso nuevas formas de comunicación que prescinden de la señalética y dependan del volverse a mirar a los ojos, son una revolución en la estética de la ciudad que constituye además una verdadera apropiación de los lugares, derrumbar la convención de patrimonio resguardada en frágiles fachadas de colores, transgrediendo aquellos límites que intentaban contenernos y hacer de nosotros tan solo una unidad de medida en el espacio