Viña cerro abajo Literatura Por Marcos Gallardo Báez Escrito a la sombra de Valparaíso y desde los cerros que son hijos no reconocidos de Viña del Mar, “Glorias Navales” nos da un recorrido por la ciudad bella quitándole el velo, revisando lo que se esconde bajo la alfombra cuando vienen las visitas. El primer libro de Diego Armijo genera en el lector un constante desplazamiento por el territorio, de la casa al trabajo, del trabajo a la colación en la plaza, del trabajo a la casa, trazando una nueva cartografía en la escritura de otros territorios que quedan relegados, como secundarios o inexplorados en relación a Valparaíso en el ámbito de la literatura. En “Comercio” las palabras se van depositando en el suelo concreto del local para ir describiendo un día en la feria Caupolicán desde la perspectiva de Guillermo, locatario del puesto junto a su familia, protegido tras sus productos de aseo del caudal de cuerpos que fluyen por los pasillos, nos narra en prosa mezclada con versos las pequeñas victorias de cada venta o compra, el letargo incierto que produce la familia Miranda, los rumores que transitan de puesto en puesto. Su prosa experimental nos invita a procesar el texto no tanto de manera racional sino que mediante el sentido de la vista, los objetos enumerados y ordenados de tal manera en los párrafos obligan a enfocar la vista de extremo a extremo, leyendo por el rabillo del ojo, para encontrar en la feria eso que tanto buscamos y que ni siquiera sabemos lo que es. Vivir en los cerros significa habitar en la periferia, ante lo cual para acceder a servicios es necesario desplazarse cerro abajo, lo que en Valparaíso se conoce como “ir al plan”, en Viña del Mar este acto muchas veces se dice “ir a Viña”, una fragmentación inconsciente que genera ese turisteo involuntario por este territorio, que aunque no lo queramos nos resulta ajeno y hostil. Tanto en “Turismo” como en “Palmeras” se siente un aire de nostalgia por la ciudad, que cambia constantemente sin un plan regulador, los paños repletos de todo lo que se vende en el mall pero más barato son desalojados para volver a instalarse una cuadra más allá. “Palmeras” plantea un ejercicio antropológico acerca de la otredad en la calle 15 norte, a pesar de la aglomeración de cuerpos, no todos necesariamente llegan a tener rostros. El texto con la alineación en el centro me hace pensar que si se juntaran todas las hojas en las que fue escrito, las líneas formadas verticalmente dibujarían el tronco de una palmera, donde se puedan leer los vestigios a través de las marcas que dejan las podas durante el tiempo, los espacios y sus objetos nos tienen algo que decir. Este relato cercano a la crónica se siente como recién haberse sentado en la micro, mirar por la ventana y tratar de adivinar de dónde viene cada persona y hacia dónde se dirige. La vida es eterna mientras el chofer no mueve la máquina para que engulla más pasajeros. El último relato llamado “Trabajo” sigue el hilo conductor del movimiento, el plan de Viña como un espacio público interdictorio según la termonilogía de Zygmunt Bauman, un “lugar de tránsito que solo propician un paso apresurado por ellos, un tránsito tal vez obligatorio para llegar a otros lugares, y con una marcada disposición para ser abandonados lo antes posible”. En este relato de escritura muy rítmica, el protagonista se inserta en el submundo del trabajo precarizado, donde comienza una alienación desde el primer día, el espacio lo va consumiendo y su cuerpo es transformado en artículos de aseo, con perpetuo olor a fritanga que pronto se desecharán. La opresión del trabajo va aumentando su tamaño de fuente hasta que la palabra adquiere un peso, que algunos debemos aguantar para que los otros puedan gozar, ocultos en calabozos moviendo la manivela para que giren las manecillas del reloj de flores. “Glorias Navales” plantea un acto de resistencia dentro de la escritura local, predominantemente enraizada en la ciudad puerto, y resistencia también en la ciudad de Viña del Mar, ciudad que se especula, se incendia, se demuele, se construye una torre, otra torre, una más en hilera hasta formar un biombo que busca ocultar a los cerros, que no se note pobreza para las visitas del extranjero. Los cerros aún son heridas abiertas que de vez en cuando salpican su sangre.