Por Ignacio Quezada Ayala

¿Cómo escribir después de una pérdida? O, ¿cómo perderse después de escribir? El pasado 24 de enero se cumplieron siete años desde que el escritor noruego Stig Sӕterbakken decidiera terminar con su vida. Algunos meses antes publicaba su última novela, A través de la noche. El suicidio, la decisión y aquello que queda en ese mundo abandonado son los temas que pueblan la novela. En ella, el hijo del protagonista se suicida y es él, el padre, quien nos cuenta todo lo que vino después o en qué se transformó la vida, lo que quedó de su hijo en el mundo y lo que quedó del mundo sin su hijo. Y desde este abismo también nos cuenta lo que hubo antes, cómo formó una familia junto a su esposa, los primeros años, la felicidad alcanzada, y cómo el fin del matrimonio y el hecho de irse de casa para establecerse con una mujer más joven tensiona las relaciones familiares y va transformándose en una de las causas —para él— de lo que desembocaría en la muerte del hijo.

Sӕterbakken no escribió A través de la noche después de perder a su hijo; se perdió después de escribir. Se perdió después de decir en una de sus páginas: “Cuando decides quitarte la vida, estás solo en este mundo. (…) Es una decisión que se toma mucho antes de llevarla a cabo. Un día pasa algo y decides morir”. 

Poco después de su muerte se publicó una traducción al inglés de un texto suyo: “Why I Listen to Such Sad Music”. Es este tipo de música, melancólica o triste, la que nos ubica dentro de nuestro propio abismo, dice él. Sӕterbakken creía en estos límites, en esta idea de hundirse para poder enfrentar u observar el arte y la vida misma, lo más profundo de ella. En un ensayo que le dedica al mausoleo del artista noruego Emanuel Vigeland, resalta esta idea: “Al final, el llanto es todo lo que importa. / Las lágrimas corriendo, esa es la única manera en que vale la pena terminar un libro”. Solo por esa entrega, autodestructiva y sagrada, es que estamos aquí, y algo tiene de abismal, porque “Queremos vivir, de seguro. Pero queremos morir también”. En sí, queremos hundirnos, fundirnos con las experiencias, llegar a esa frontera, también porque son estas las dos fuerzas que componen todo este panorama, la “vitalidad humana” y lo destructivo, con las cuales, en lo profundo, podemos y queremos convivir. 

Cuando la editora de Sӕterbakken leyó el manuscrito de A través de la noche, cuenta Bruna Dantas Lobato, lo encontró profundamente inquietante. Sobre esto después contaría que en una ocasión le preguntó al autor sobre sus proyectos futuros, porque difícilmente podría lograr algo más oscuro que eso. No, le respondió el autor, no podía lograr algo más oscuro que eso o terminaría ahogándose.

Es justamente la tristeza, dice la escritora Naja Marie Aidt, como también la depresión, la desesperación y otras emociones de este tipo, son inherentes a la obra de muchos autores escandinavos. Sin embargo, esta literatura, a la vez que refleja una cultura que evita las relaciones humanas para centrarse y decidirse por la propia soledad —la reclusión dentro de “la oscuridad del invierno” —, describe también una sociedad “de muchas formas efectiva y democrática”. Esta aparente contradicción que se enmarca en el desarrollo de los estados de bienestar nórdicos agrega otro peso a las obras contemporáneas como la de Sӕterbakken. ¿No cabe preguntarse qué ocurre ahí, qué pasa en esas calles, en esas casas, en el espíritu de un pueblo? Pero hay algo más en esa “oscuridad”, dice la autora, y que tiene que ver con describir el mundo tal como es. Todo es parte de.

Pero A través de la noche no solo explora las profundidades de este abismo, sino que también desde este conflictúa lo que es sostener las relaciones humanas, o, mejor dicho, nos muestra el decaimiento de las instituciones que se levantan desde ellas. El matrimonio, la familia, la paternidad. En la novela, cuando el padre se enamora de una mujer más joven, la imposibilidad de estar con ella dentro de este esquema que formó en su vida le genera de inmediato una culpa, que se irá agrandando y transformando, y que se conllevará con la manera de narrarla, desarticulándose y articulándose en función de esta emocionalidad. Al final, el padre decidirá irse de casa, pero luego de un tiempo volverá. Y su hijo, quien está entrando en la adolescencia, no le dirige la palabra nunca más y un tiempo después decide quitarse la vida. Pero el suicidio pareciera cometerlo la familia entera, y el padre es quien ha tomado la decisión por todos, o así lo siente él. Y él agoniza también. La familia se rompe en el momento en que se va y culmina con la muerte del hijo, y queda rota para siempre. 

La paternidad herida en los escombros de una familia constituida. De alguna manera, estas instituciones, que viven hoy en nuestras infancias y que muchos nos negamos a dejar ir y a dejar de reproducir, han tocado más de alguna vez un punto en el que han quedado obsoletas. ¿Qué tan cerca estamos, entonces, de dejarlas ir? 

Es curioso que nosotros, lectores de español, de esta geografía, estemos acercándonos a una obra como A través de la noche al final de la década. Cabe destacar que la proeza fue de la editorial española Mármara, que la publicó en 2017. Dos años antes, Anagrama publicaba La muerte del padre, el primer tomo de Mi lucha, de Karl Ove Knausgård, otro noruego, contemporáneo a Sӕterbakken, y obra a la que le dio fin el año pasado con la publicación en español del último tomo, Fin. Alan Pauls ha dicho que Mi lucha es el libro de la década, no porque la pinte o la devele, sino porque la acompaña. A través de la noche no es el libro de la década, ni mucho menos una obra que la acompañe. Es uno de los túneles oscuros que pasa bajo esta. Ambas novelas se publicaron en la bisagra de una década a otra (La muerte del padre se publicó en su idioma original en 2009), pero han llegado a nosotros en la segunda mitad de esta, en estos tiempos donde queremos abandonar lo que no sirve, las lógicas que de alguna manera nos han traicionado, aquellas que no solo vienen desde los escaños, sino aquellas con las que nos hemos ahogado en nuestras casas, en nuestras camas, en estos tiempos en los que queremos borrarlo todo y hacerlo de nuevo. ¿Cómo escribir después de esta pérdida? Mejor dicho, ¿cómo vivir? ¿Nos perderemos después de vivir/escribir esto? ¿Qué tan lejos estamos de esa experiencia sagrada, autodestructiva de la que hablaba Sӕterbakken? No todos sobreviviremos, no todos han sobrevivido.

En la novela llega un momento en que se ofrece una salida para el protagonista. A este le comentan que lejos, perdida en Europa, hay una casa en la que al entrar te enfrentas a tus mayores miedos. El padre va en busca de ella. Quizás todos deberíamos hacer eso. O a todos nos ha tocado un poco de eso también. Le debemos la vida a quienes están entrando cada día a esa casa, a quienes no salieron y a aquellos que hacen hoy un arte que nos mantiene unidos, escuchando los latidos de nuestros corazones. “El arte enseña a las personas a convertirse en otras”, decía el autor de A través de la noche. Esa es también la entrega, la entrada al abismo del que no sabemos si saldremos. Ahora, entonces, ¿cómo vivir después de esto? O ¿cómo perdernos? Creo que solo hay una manera, y de escribir también: llorando, con el corazón.