Por Rocío Sáez “Fausto Sudaca”, del dramaturgo Omar Saavedra, es un montaje de pomposa representación donde destacan el vestuario, la iluminación, la música en vivo, y la actuación de personajes apasionados, elementos fundamentales de su puesta en escena. Una dramaturgia realista y racional que evoca a los pensadores existencialistas del siglo XX. La obra expone parte de las miserias de la cultura chilena neoliberal. Saavedra adapta la idea del Fausto de Goethe a la realidad criolla construyendo un discurso que confluye armónicamente con la puesta en escena, donde el texto es fundamental. Mantiene la vigencia del clásico alemán y cuestiona la existencia y de la realidad contemporánea. Este pasado/presente con el que juega el autor, deja perplejo a los espectadores no sólo por la calidad del texto, sino por la majestuosa puesta en escena, aporte del director Alejandro Quintana. El dramaturgo, a pesar de su largo exilio y estadía en Alemania, conoce muy bien la realidad chilena y logra ironizarla y reírse de la cultura de mercado criolla. El humor sarcástico y crítico, desempeña un rol primordial en la obra cuestionando lo absurdo de nuestra cotidianidad. En el aspecto más existencialista, el texto denota una trascendencia y cuestionamiento de la vida a través de su protagonista Fausto. La obra se inicia con una escena de teatro dentro del teatro. Una compañía negocia su trabajo con su director al mejor precio, montando una obra, pero que a ratos se sale de ella para discutir con este personaje que ha perdido la fe en el teatro, divagando entre dos dimensiones de la realidad. El argumento es similar al del Fausto: un viejo (Fausto) amargado y exagerado en el arte del conocimiento que vende su alma al diablo por los placeres de Venus y la nostálgica juventud. Fausto, a pesar de su racionalismo, se deja seducir por “La Mefisto” (Catalina Saavedra), cayendo en la tentación de la propuesta carnal. En tanto, “La Mefisto” una seductora “diablo”, cumple una dualidad que vaga entre lo femenino y lo masculino. Su vestuario y tono de voz representaban adecuadamente esta bilateralidad. En tanto, el narrador, personaje relevante, nos guía en el desenlace que va tomando la trama y en los textos que el dramaturgo adapta de la obra original. Destaca la ambientación escénica, aportando en el desenlace de las actuaciones. La puesta en escena es acompañada de una notable banda de música en vivo comandada por una cantante de armoniosa voz, que se introduce a ratos en la actuación, convirtiéndose en un personaje más de la obra. Los abruptos cambios en los cuadros de escena bajan a los espectadores a la realidad luego de la irrupción en actos magistrales. Estos elementos teatrales nos recuerdan montajes del teatro brechtiano, con anuncios publicitarios que ridiculizan la actual publicidad y nos invitan a cuestionarnos la invasiva oferta de mercado en nuestra cotidiana realidad. La sensibilidad de la obra no fluye hacia las emociones sino que embauca la racionalidad, logrando una posterior reflexión al momento de replantease las problemáticas actuales de la existencia, plasmadas en lo absurdo del consumo mercantilista y la apropiación de todo lo material y corpóreo. FICHA ARTÍSTICA Dramaturgo: Omar Saavedra Director: Alejandro Quintana Asistente de dirección: Iván Fernández Elenco: Francisco Melo, Catalina Saavedra, Daniel Antivilo, Mario Bustos, Norma-Norma Ortiz, Javiera Pérez Bascuñán, Gabriel Urzúa, Darwin Le Roy, Isidora Palma y Carlos Donoso. Diseño gráfico, iluminación y escenografía: Pablo de la Fuente Diseño de vestuario: Nicole Salgado Realización musical: Alejandro Miranda Músicos: Loreto Araya, Hugo Jara Morales y Cristóbal Silva Producción general: De la Hormiga Producciones Dirección audiovisual: Rodrigo Pacheco Prensa: Rodrigo Alvarado Fotógrafa: Lorena Persson