Guiar a un grupo de actores aficionados en el viaje de montar una obra, podría asemejarse mucho más a la labor de dirigir una orquesta, pues bastaron no más de diez minutos para percatarse que cada voz tiene un sonido distinto, y que hacerlas funcionar como una sola canción se convierte en una noble y difícil empresa. Por Franco Cárcamo Eso fue esencialmente “Trilogía de la Muerte”, obra estrenada por la compañía de teatro de Balmaceda Arte Joven Valparaíso el 7 y 8 de noviembre en la sala de arte escénico UPLA. Dirigida por la actriz Paula Acuña, el montaje fue el esperado resultado de meses de trabajo que, en la mayoría de los casos, fue el primer acercamiento al teatro por parte de estos temerarios intérpretes, convirtiéndose al final, en una sinfonía que tiene mucho de contrastes, mucho de chispas e incendios. Escrita por el belga Maurice Maeterlinck, “Trilogía de la Muerte” cuenta tres historias paradigmáticas de tiempos en los que las certezas del hombre dan paso a la fatalidad y sus misterios. Hiladas inteligentemente por el colectivo, “La Intrusa” nos muestra la historia de una familia que mientras esperando la recuperación de su hija, no advierte la presencia de la muerte en la casa. “Los Ciegos” pone en escena a un grupo de no videntes que perdidos en un bosque, esperan a su guía que ha muerto entre ellos. Por último, “El Interior” explora la historia de un grupo de aldeanos que debe debatir sobre cómo anunciar a una tranquila familia que su hija ha sido encontrada muerta. La compañía no parece preocupada por ocultar la naturaleza del montaje. En vez de eso, cambian sus vestuarios a vista del público y repiten a los intérpretes, haciendo a la audiencia partícipe de los procesos que comúnmente se dejan fuera de una pieza teatral. Y ése es probablemente el rasgo más interesante que distingue a aquellos que llamamos profesionales, de los principiantes. Éstos arrastran sus descubrimientos, ponen sus frustraciones y aciertos en el escenario y convierten a la obra no en una alucinación, sino en una complicidad honesta y auténtica. En aproximadamente una hora, podemos presenciar una serie de recursos de gran valor, como el cambio de género de algunos personajes, remarcables actuaciones y la interesante interpretación de la familia en “El Interior”, que se escapa de una atmósfera exacerbada para ofrecer un cuadro misterioso e hipnótico. La construcción del espacio, también un punto fuerte, permite desarrollar acciones simultáneas en distintos planos, jugando con la profundidad, los tiempos y la nitidez a través de cortinas transparentes. Pese a ello, estos procesos pueden jugar en contra cuando se nos hace imposible ver el todo, y sólo podemos ver las partes. La poca factura que resulta de la escenografía y los vestuarios, la tensión que en ocasiones no reconoce matices y algunas actuaciones que no logran insertarse en el conjunto, se convierten en las disonancias que inevitablemente amenazan el resultado. La paradoja está en que la tan esquiva armonía no está dada por lo bien que actúa cada uno, sino por lo verosímil que resulta la interacción entre dichas actuaciones. Dicho de otra forma, cuando cada voz está al mismo volumen. “Trilogía de la Muerte” es una obra eminentemente oscura que se sumerge en la nimiedad de la vida frente a la muerte, una fuerza misteriosa pero rapaz que tiñe todo el montaje. Los personajes representan la pulsión vital pero sólo funcionan en virtud de ella. Hablan, huyen, se lamentan y retuercen, pero están todos tramados por la desesperanza y la certeza terrible de que dios, está mirando hacia otro lado. La obra se presentará por una breve temporada durante diciembre en dependencias de Balmaceda Arte Joven Valparaíso.