Galería Metropolitana: Mostrar la hilacha

18 enero, 2023

Galería Metropolitana: Mostrar la hilacha

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Galería Metropolitana: Mostrar la hilacha

Andrea Soto – Fabiola Arenas – Francisca Chacón – Virginia Ramirez

La presente exposición, es el resultado del proceso de investigación y trabajo de las artistas visuales que fueron parte de las residencias artísticas de nuestra sede RM, desarrolladas entre mayo y diciembre del año 2022.

— La exposición estará abierta hasta el 26 de enero, de lunes a viernes de 17.00 a 20.00 horas, en la Galería Metropolitana de BAJ RM, (Av. Balmaceda #1215, segundo piso), metro Cal y Canto. —

La palabra es un hilo y el hilo es lenguaje, dice Cecilia Vicuña. La palabra es silencio y sonido, enuncia más abajo en el mismo poema, el hilo, lleno y vacío. La tejedora ve su fibra como la poeta su palabra. El hilo siente la mano, como la palabra la lengua. Estructuras de sentido en el doble sentido de sentir y significar, la palabra y el hilo sienten nuestro pasar.

La hilacha que cuelga de la toalla vieja, mi mamá elige cortarla antes de empezar a trapear. La hilacha, de hilo negro, colgando desde el centro del paño de cocina, Fabiola elige dejarla. Porque mostrar o esconder la hilacha no es sólo una decisión estética, sino más bien  lenguaje. Si el hilo es palabra, la hilacha es acento, entonación, volumen. La hilacha es posibilidad. La palabra es silencio y sonido, el hilo negro, entra y sale de los paños de cocina. Y va trazando, en su recorrido, la imagen: La esquina graffiteada del paradero 33 de Puente Alto, o la reja sobre reja que protege el sitio eriazo en la misma intersección. El hilo delimita el paño, de la misma forma que la reja delimita el espacio.

Así, como cada verdad trae su hilacha, todo reino tiene su bandera. Y a su vez, esta trae consigo un mensaje. Desde la necesidad de entendimiento, es que se creó un código internacional de señas a partir de banderas de diferentes formas y colores. La razón parece sencilla: transmitir un mensaje y que todo el mundo lo entienda desde la distancia. Pero para entender primero hay que tener la capacidad de ver, y luego, la posibilidad de aproximarse a señas o signos que nos permitan descifar lo encriptado en dicho código. Esa posibilidad está dada por las disposiciones, de una misma, y de otras, que se animen a contarnos lo que saben: a que una se pare en la hilacha o que otra decida mostrarla.

Francisca decide emprender esa tarea, aproximarse al tejido, a la red, a la malla Raschel y los hilos que se cruzan. Al espacio intersticial entre sus hebras. A los versos de Gabriela. A la comunicación con banderas que no existen más que en esta latitud. A la posibilidad de hilar una coreografía, de hilvanar un verso. De sostener una bandera, y sus figuras simbólicas. De inventarse una insignia, un lenguaje.

Estructuras de sentido en el doble sentido de sentir y significar. Enunciar – con, ante y para otras – que lo privado también es político, que lo que pasa dentro de casa incide en el afuera y viceversa.  Sostener la queja entre dos, o más, pa’ que pese menos. Sacar los guantes a la calle y pegotear la idea, el reclamo, la mancha, la injusticia. Mostrar la hilacha juntas, visibilizar lo invisible, sostener la insistencia y devenir en afecto, porque lo doméstico es poesía y activismo, digo.

Afectarse con otras, es generar fuerza y movimiento. Permitirse ser agente y receptor. Permearse como lo hacen las telas en contacto con el agua. O los cuerpos cuando interactuan con otros. Es apostar a la reciprocidad, a la correspondencia mutua. La misma apuesta sostiene Andrea, cuando decide explorar la proximidad de los cuerpos y los vestuarios, de las posibilidades sensoriales de ambos y sus movimientos. Simultáneos. A des tiempo. Explícitos. Sutiles. Sonoros. Lumínicos. Movimientos. Impredecibles todos. Porque ese es el juego del afecto y el efecto. El diálogo. La conversación entre la luz, el tejido y el sensor. Lo performático de ese encuentro. Abrir la posibilidad de errar o acertar, de dar paso a lo nuevo, a lo impensado. Al sentir, porque siempre, la palabra y el hilo sienten nuestro pasar.

Virginia Ramírez Lucero

[ GALERÍA DE OBRAS ]

 

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Cuándo:

Andrea Soto – Fabiola Arenas – Francisca Chacón – Virginia Ramirez

La presente exposición, es el resultado del proceso de investigación y trabajo de las artistas visuales que fueron parte de las residencias artísticas de nuestra sede RM, desarrolladas entre mayo y diciembre del año 2022.

— La exposición estará abierta hasta el 26 de enero, de lunes a viernes de 17.00 a 20.00 horas, en la Galería Metropolitana de BAJ RM, (Av. Balmaceda #1215, segundo piso), metro Cal y Canto. —

La palabra es un hilo y el hilo es lenguaje, dice Cecilia Vicuña. La palabra es silencio y sonido, enuncia más abajo en el mismo poema, el hilo, lleno y vacío. La tejedora ve su fibra como la poeta su palabra. El hilo siente la mano, como la palabra la lengua. Estructuras de sentido en el doble sentido de sentir y significar, la palabra y el hilo sienten nuestro pasar.

La hilacha que cuelga de la toalla vieja, mi mamá elige cortarla antes de empezar a trapear. La hilacha, de hilo negro, colgando desde el centro del paño de cocina, Fabiola elige dejarla. Porque mostrar o esconder la hilacha no es sólo una decisión estética, sino más bien  lenguaje. Si el hilo es palabra, la hilacha es acento, entonación, volumen. La hilacha es posibilidad. La palabra es silencio y sonido, el hilo negro, entra y sale de los paños de cocina. Y va trazando, en su recorrido, la imagen: La esquina graffiteada del paradero 33 de Puente Alto, o la reja sobre reja que protege el sitio eriazo en la misma intersección. El hilo delimita el paño, de la misma forma que la reja delimita el espacio.

Así, como cada verdad trae su hilacha, todo reino tiene su bandera. Y a su vez, esta trae consigo un mensaje. Desde la necesidad de entendimiento, es que se creó un código internacional de señas a partir de banderas de diferentes formas y colores. La razón parece sencilla: transmitir un mensaje y que todo el mundo lo entienda desde la distancia. Pero para entender primero hay que tener la capacidad de ver, y luego, la posibilidad de aproximarse a señas o signos que nos permitan descifar lo encriptado en dicho código. Esa posibilidad está dada por las disposiciones, de una misma, y de otras, que se animen a contarnos lo que saben: a que una se pare en la hilacha o que otra decida mostrarla.

Francisca decide emprender esa tarea, aproximarse al tejido, a la red, a la malla Raschel y los hilos que se cruzan. Al espacio intersticial entre sus hebras. A los versos de Gabriela. A la comunicación con banderas que no existen más que en esta latitud. A la posibilidad de hilar una coreografía, de hilvanar un verso. De sostener una bandera, y sus figuras simbólicas. De inventarse una insignia, un lenguaje.

Estructuras de sentido en el doble sentido de sentir y significar. Enunciar – con, ante y para otras – que lo privado también es político, que lo que pasa dentro de casa incide en el afuera y viceversa.  Sostener la queja entre dos, o más, pa’ que pese menos. Sacar los guantes a la calle y pegotear la idea, el reclamo, la mancha, la injusticia. Mostrar la hilacha juntas, visibilizar lo invisible, sostener la insistencia y devenir en afecto, porque lo doméstico es poesía y activismo, digo.

Afectarse con otras, es generar fuerza y movimiento. Permitirse ser agente y receptor. Permearse como lo hacen las telas en contacto con el agua. O los cuerpos cuando interactuan con otros. Es apostar a la reciprocidad, a la correspondencia mutua. La misma apuesta sostiene Andrea, cuando decide explorar la proximidad de los cuerpos y los vestuarios, de las posibilidades sensoriales de ambos y sus movimientos. Simultáneos. A des tiempo. Explícitos. Sutiles. Sonoros. Lumínicos. Movimientos. Impredecibles todos. Porque ese es el juego del afecto y el efecto. El diálogo. La conversación entre la luz, el tejido y el sensor. Lo performático de ese encuentro. Abrir la posibilidad de errar o acertar, de dar paso a lo nuevo, a lo impensado. Al sentir, porque siempre, la palabra y el hilo sienten nuestro pasar.

Virginia Ramírez Lucero

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